Friday, June 20, 2008

Subibaja


Cuando uno sube mucho, el otro (que esta del otro lado, que casi ni se ve.. tan insignificante desde tanta altura) necesariamente debe bajar.

Tal vez si no intentáramos subir tan exageradamente alto, logremos que otros no desciendan tan injustamente abajo..
(ahí...
...abajo de todo...
...donde nadie los ve,
...donde muchos
no
quieren
mirar)
.

Saturday, May 24, 2008

y bueno...


Al final todo lo que tenía que pasar pasó.
Todos y cada uno de los infinitos pasos que faltaban fueron marcados con una cruz detrás de mis ojos.
No esperaba que fuera distinto.
Si esperaba no estar para no verlo (para no verte).

Para un lado todo era maravilloso. La música eterna, la alfombra que nunca está del todo limpia, las ventanas con gotitas de lluvia y la luz. Esa luz que entra cada segundo de mis días y no se va jamás. Porque siempre hay luz. Y tal vez por eso, ahora ya no duermo tanto... ni vos querés venir tanto a dormir conmigo.

Del otro lado todo era negro, pesado, vacío, absurdo.
Justo cuando todo empezaba a funcionar de una manera casi armoniosa, cuando mi cama se había acostumbrado a escuchar tus pasos por la mañana, cuando estar sola era una espera desesperada...
Todo pareció derrumbarse (pero en realidad adentro mío).
Y estar sola era cada vez mas desgarrador.
Y cuanto mas se complicaban mis mañanas, mas quería verte por las noches.
Tal vez por eso te extraño.
No por vos...

Ni siquiera por mí...

Friday, March 21, 2008

La lluvia en pasos

Acá estoy sola. Tomando un té y escuchando un disco que jamás escuchamos juntos y lamentándome por no habértelo mostrado.
Tan convencida de que te hubiera gustado, que hasta imagino tu cuerpo tendido en la alfombra, ojos cerrados, siguiendo atentamente la secuencia de la melodía.
Supongo todo esto, claro. Porque no lo sé... simplemente me gusta imaginarte como me gustaba que fueras y punto.
Sólo eso... y ciertamente podría pensar en las miles de cosas que odiaba de vos... pero ¿para qué? Imaginarte bien y punto.
Llueve afuera y en cambio adentro todavía esta nublado.
Primero el calor, la cama compartida, la ventana abierta, el hielo jugando en los vasos, el libro sobre la mesa.
Luego, viento. Viento furioso que hace que por mi casa pase una corriente de aire helada que se lleva por delante un par de discos y algunos papeles.
Me paro, la cama vacía y deshecha, cierro la ventana.
Después del viento caen las primeras gotas. Las gotas-kamikaze. Las gotas más valientes o las que se cansaron de esperar. Caen tímidamente y el viento...
Y por último, regalo de los dioses, la lluvia.
La lluvia nítida y puntual.

Y entonces pongo un disco, ese que jamás escuchamos juntos. Me hago un té. Y te imagino... y punto.

Thursday, November 29, 2007

Espacio


Un espacio.
Un solo espacio de unos cuantos centímetros qued
ó extendiéndose desde tu mano, hasta mi pelo.
Te estiraste, pasaste tus dedos por entre mis rulos, y te fuiste directo a mi nariz.
Tal vez fue por ese primer contacto que una triste y desamparada ilusión salió del lagrimal de mi ojo derecho... despacito, tímidamente rodó por mi mejilla hasta el cuello. Tropezó con otras ilusiones que habían quedado en el camino pero siguió su camino y trepada muy minuciosamente a mi hombro siguió bajando cada vez con mas velocidad.
Siguió su curso hasta recorrer cada uno de mis espacios y cuando ya no quedaron destinos en mí sin recorrer, se desprendió de mi cuerpo con algo de deslealtad.
Decidió aburrirse y caminar solitaria y tristemente por el piso de tu casa.
La vi arrastrarse sin rumbo hasta estacionarse al lado de la mesa y ahí se quedo en silencio, tal vez mirándonos.
Desconozco si se encontró con otras iguales a ella. Tal vez encontró alguna debajo de tu cama y a lo mejor hasta tuvieron la dicha de compartir su desamparo.

Un espacio.
Un solo espacio de unos cuantos centímetros quedo extendiéndose desde tus ojos a los míos.

...Yo lo vi... Ella también lo vio.
Supongo que fue por eso que decidió acercarse... en silencio, tímidamente.

Trepó por tus piernas, cayó en tu ombligo.
Siguió subiendo cada vez mas decidida y yo la ví.
La ví esquivar tu boca, reptar por tu nariz y esconderse finalmente en el lagrimal de tu ojo derecho...

Thursday, August 23, 2007

Lágrimas


Cuando decidí que ya había sido suficiente de llorar. Cuando esa noche pensé que serían mis ultimas lágrimas...
Me levanté de la cama. Me prometí que ya bastaba con tanta pena.
Que todo el dolor se había ido disimuladamente envuelto entre las gotas de a poco, como para ir alejándose de mis manos.

Había pasado ya por tanto. Había llorado tantas veces, que ésta vez en realidad ya no valía la pena.
Y entonces me senté a no llorar más.

Me quedé quieta, porque el movimiento a veces provoca más dolor y es entonces cuando las lágrimas todas juntas se empujan y se pelean por salir.
Entonces me quedé quieta.
Y sin poder dormir, ni hablar. Y mucho menos llorar de nuevo.
Por un momento se sintió raro. Raro el no poder decir. El no poder contarle a nadie que había decido parar de llorar... y que con mucho esfuerzo hasta creía que me estaba funcionando.
No quise, de cualquier modo, tentar mi suerte, porque ya sabía yo que parar es difícil y muchas veces uno puede caer en la tentación de seguir despilfarrando lágrimas.
Entonces me quede sentada un buen rato.
Estaba quieta. Estaba oscuro. No escuchaba siquiera mi respiración.

Después de un rato quise moverme.
Ya me dolían las piernas de estar sentada tan quieta.
Ya me parecía que podía, sin ningún peligro de reincidir en mi tristeza, volver a acostarme.
Todo eso pensé. Y en realidad, no hubo caso.
Me acosté y apenas puse la cabeza en la almohada, vi, muy de reojo, una lágrima.
Una lágrima brillante, plateada y eternamente decidida a caer lentamente, resbalar por mi nariz y hacer un ruido terriblemente ensordecedor al estallar en mi almohada.
...lo suficientemente cerca, como para que el sonido me resonara durante todo el resto de la noche, que pasé llorando.

Monday, August 13, 2007

726 horas


Alguien me dijo que necesitaba tiempo.
Que quería contármelo todo, pero que todo era muy largo, y entonces necesitaba tiempo.
Y yo pensé que podíamos irnos de viaje a algún lado lejos, porque esos son los lugares en donde los días tienen mas horas, y el tiempo siempre es suficiente para contar cosas.
Calculé los días... conté las horas que íbamos a necesitar para que alcanzaran y sobrara alguna que otra para poder tomar un té caliente todas las noches... Calculé también que a la mañana necesitaba tiempo para darme un baño y para estar en silencio durante al menos una hora.
Sumé todas las pausas que él generalmente hace antes de empezar a hablar...
Conté los minutos de indecisión, las horas de sueño, las interrupciones normales que suelen haber cuando hay gente alrededor.
Agregué unos segundos para alguna que otra sonrisa silenciosa... y veintidós minutos de lágrimas ininterrumpidas, por lo menos una vez por día.
Me pareció apropiado reservar un poco de todo ese tiempo para descansar... para permanecer abrazados en silencio, y para todas mis interrupciones distraídas por alguna situación cotidiana que pudiera alterar mi atención.
Decidí sumar los ratos para estar hechados, los minutos en los que yo sé que él está pensando algo, aunque no sepa muy bien qué. Y calculé que tal vez necesitaba tiempo extra para entenderlo.
Pensé que debía sumar algunas horas para los razonamientos sin sentido, para las conclusiones apresuradas, y para los finales inconclusos.
Sumé los minutos de puesta de sol, los segundos que se pierden en tomar mate entre palabra y palabra y los que se invierten tarareando alguna vieja canción que nos recuerda a nosotros.
Agregué a la lista los besos cálidos que podían durar minutos, o hasta horas... y algún que otro rato para las sonrisas cómplices.
Algunas horas para las dudas infundadas, para las preguntas retóricas y para las respuestas simples.
Sumé toda una noche que seguramente íbamos a pasar tomando un vino y de paso agregué unas horas más para poder dormirlas al día siguiente.
Conté las horas de siesta, por las dudas que quisiéramos acostarnos alguna tarde, y también las que necesitaríamos para cocinar todas las noches.
Sumé los seis minutos que duraban mis dos canciones preferidas, para poder escucharlas sin interrupciones
...y agregué tres minutos mas, por si quería repetir alguna.

Tuesday, June 19, 2007

...


- No tengo nada que decirle, Sr. Juez. Yo sólo trataba de ayudar. Yo llegué y todo estaba tal y como lo encontraron después. Ella estaba tirada, y yo la vi. No, no creo que haya sido un accidente, mas bien me pareció que alguien había entrado antes que yo... Cuánto antes? No sé... no podría asegurarle nada, la verdad. Creo que unas horas. O tal vez un día, Sr. Juez. Yo lo que sé es lo que vi. Cuando entré estaba tirada. En el piso, si... Creo que era de madera, aunque yo había ido pocas veces a su casa. No, en realidad porque a ella le gustaba estar sola... a veces me llamaba, pero eran pocas las veces. Creo que mas eran las veces que la llamaba yo... si, si, claro...sigo. Cuando entré estaba viva. Sí, respiraba y todo, aunque se notaba que era con esfuerzo. Es que se ve que la habían tratado de matar a la pobre. No, no me pareció ver nada tirado... a ver... déjeme pensar, Sr. Juez, porque fue hace mucho tiempo. Imagínese! Tanto que ya ni recuerdo la mayoría de las cosas... Lo que sí recuerdo es que ella respiraba. Sí, eso sí que me acuerdo... aunque un poco forzadamente, y hacía ruidos también. Ruidos como de que estaba sufriendo, eso sí me dí cuenta, porque parecían ruidos de animal herido. Y ella estaba herida, claro que lo estaba... ella estaba tirada y herida. Tenía hasta las tripas saliéndole por el costado... eso sí me acuerdo, la pobre... pobrecita. No sé ni cómo respiraba Sr. Juez. Pero respiraba, eso sí me acuerdo. Claro. Yo había ido para verla. Para saludarla, porque hacía mucho tiempo que ya no iba. No, no me había llamado ella. En realidad yo había decidido ir por mi cuenta. Sí, caminando, claro. Porque en ese entonces yo vivía cerca Sr. Juez. Después de lo que pasó, me fuí. Es que no me quedó opción más que mudarme. Bueno, sigo, si si. Sigo. Yo llegué y ella estaba tirada, herida. Si, sigo, sigo. Y cuando la vi no supe muy bien qué hacer. Yo quería ayudar. Eso sí me acuerdo. Yo quería ayudarla, porque ella estaba tirada cuando yo entré. Y pensé que lo mejor iba a ser acostarla...pobrecita. No sé porqué... me pareció, en realidad. Vió que a veces los mueven a los que están así medio heridos? Yo pensé que estaba haciendo bien, en realidad. Sí, es cierto. Después los médicos me dijeron que no tendría que haberla movido tanto. Es que era la indecisión, Sr. Juez. Yo no sabía muy bien lo que hacer. Ella estaba tirada... claro, eso me acuerdo. No, en realidad primero traté de agarrarla de los brazos... pero no pude moverla mucho. Ella estaba tan lastimada, Sr. Juez. Tanto, que hasta gritaba del dolor. Pero yo quería ayudarla, lo juro. Entonces la agarré de las piernas, después. Y ahí si que la pude mover... Si usted supiera lo que ella gritaba, Sr. Juez. Gritaba de dolor, creo yo. Y sí, yo le hablaba. Le decía que ya se le iba a pasar... que la estaba moviendo para que pudiera acostarse. Hasta hoy todavía me acuerdo de los gritos. No paraba de gritar. Pobrecita! Y yo que la quería ayudar... Sí, se movía también. Se movía un poco mientras yo la arrastraba, la pobre. Y después la agarré del pelo. Porque no la podía subir a la cama. Ella estaba tan herida, pobrecita!! Todavía me pregunto quién podría haberle hecho una cosa así. Ella que era tan buena, tan buena Sr. Juez. Era buena... No, no pude subirla. Es que estaba tan herida... si si, sigo, claro... la traté de subir a la cama, pero ella gritaba. Y ya los gritos me estaban poniendo peor. Se imagina! Yo tratando de ayudarla, y ella que no paraba de gritarme ni un minuto. Claro que yo la escuchaba. Y la trataba de calmar, también. Pobrecita, pobrecita... Sí. Le tuve que atar la boca con una cinta. Sí, la encontré ahí la cinta...yo nada mas trataba de ayudarla, Sr. Juez. Yo le decía que era para ayudarla, pero no sé si me escuchaba la pobre. Con tanto que gritaba... pobrecita. Porque ella no paraba de gritar. Entonces yo traté de hacerla callar. Para que no gritara más... claro que yo escuchaba. Estaba tan herida, pobre. Y yo la trataba de subir a la cama. Si, si Sr. Juez, yo la escuchaba gritar. Hasta que le puse la cinta. Para ayudarla, pobrecita. Y ahí no gritó mas... sí, por suerte, la pobre. Yo pensaba que se le iban a estropear los pulmones de tanto que gritaba. Por eso fue que le tapé la boca con la cinta. Claro, por eso. Si, Sr. Juez.... sigo, sigo. Es que fue hace tanto. Ya no recuerdo muchas cosas que pasaron esa noche... pero si... si, sigo. Después de que la até dejó de gritar. Entonces la pude subir a la cama. No, para ese momento ya no se movía más. No, no gritaba tampoco. Menos mal, porque estaba gritando tanto la pobre. Tanto gritaba. Si, estaba quieta. Claro, Sr. Juez, como si se hubiese dormido... claro... así...-